Aquí puede ir cualquier tipo de contenido, imagenes, texto y lo que deseemos

-->

sábado, 30 de enero de 2016

EL RENACIMIENTO HASTA LA PRIMERA GENERACIÓN SALMANTINA. "RESUMEN"

EL TOMISMO BAJOMEDIEVAL


Los primeros pasos:

El influjo indiscutible de los pensadores franciscanos posteriores a Juan Duns Escoto. Por esos mismos años del siglo XIV, comenzaba una lenta recuperación del tomismo. Tomás de Aquino, en efecto, había sido canonizado en 1324, disipándose, de esta forma, todas las dudas sobre la ortodoxia de su síntesis filosófico-teológica.

Dominico San Vicente Ferrer (1350-1419), gran lógico y excelente teólogo. De su reflexión acerca del cisma de Occidente es fruto el tratado De moderno schismate, en el que intentan fundamentar las razones en favor de Benedicto XIII. Pero sus viajes por Italia le permitieron conocer mejor la real situación de la Iglesia, apartando progresivamente su apoyo a Benedicto XIII. Medió para que los dos pontífices llegasen a una solución del cisma; al fracasar en su intento, retiró su apoyo a Benedicto XIII al comprobar que no estaba dispuesto a abdicar en bien de la Iglesia.

Dominico San Antonino de Florencia (1389-1459), dominico, redactor de una importante Summa theologica, que más bien habría que titular Summa moralis. Su interés práctico es notable, sobre todo, porque concede un gran relieve a las cuestiones mercantiles, sociales y financieras. Está dividida en cuatro partes. En la primera estudia el alma, el pecado y la ley. En la segunda trata acerca de los vicios capitales, la mentira, el voto y la infidelidad. La tercera parte analiza los diversos estados del hombre (matrimonio, viudedad, milicia, diversas profesiones, etc.). En la cuarta y última desarrolla las virtudes y los dones del Espíritu Santo.

Sacerdote secular Pedro Martínez de Osma (t 1480)7. El medio donde tuvo lugar esta implantación fue la Facultad de Teología de Salamanca. Osma, que había abandonado el nominalismo, decidió sustituir la «lectura» de las Sentencias lombardianas por la «lectio» de la Summa Theologiae de Santo Tomás.

Tomás de Vio, Cardenal Cayetano (1468-1534):

En Padua se había se había constituido un cenáculo aristotélico, donde destacaron dos profesores: Pedro de Pomponazzi y Tomás de Vio, Cardenal Cayetano. Este segundo quiso ser un tomista fidelísimo, pero se apartó de algunas tesis capitales de Aquino; lo cual le llevó, a la postre, a mantener algunas doctrinas un tanto extrañas. Por ejemplo: Aquino había demostrado la pura espiritualidad del alma y, por consiguiente, su subsistencia después de la muerte; en cambio, Cayetano sostuvo que sólo por la fe podemos afirmar que el alma humana es inmortal. En este sentido se manifestó, por ejemplo, durante la celebración del V Concilio Lateranense (1512-1517), que condenó algunas de las tesis de Pomponazzi.
Con todo, Cayetano impulsó la reforma intelectual y tuvo una influencia posterior enorme, especialmente entre los tomistas. Buena parte de la escolástica salmantina y, sobre todo, el neotomismo del siglo XIX bebieron en la lectura cayetanista de Tomás de Aquino. Estas son las tres tesis teológicas importantes de Cayetano:
a) El constitutivo formal o metafísico de la persona. Es preciso distinguir entre naturaleza y persona, pues, si la naturaleza humana perfecta de Cristo diese lugar automáticamente a una persona, en Cristo habría dos personas.
b) El destino final de los niños fallecidos sin bautismo. Los católicos creemos que después de la muerte hay un interim o duración en que el alma separada subsiste sin habitar en el cuerpo. En este tiempo pueden ocurrir tres cosas: que las almas separadas sean purificadas, si murieron en gracia pero con alguna pena temporal pendiente; que gocen ya de la visión beatífica; o que hayan sido sepultadas definitivamente en el infierno.
c) La prueba de Escritura acerca de la presencia real eucarística. Su teología eucarística sufrió la influencia del Humanismo, particularmente de Lorenzo Valla. Para Valla, y también para Erasmo de Rotterdam, el único y exclusivo sentido de la Sagrada Escritura era el sentido literal. Si una afirmación dogmática no se hallaba literalmente en la Escritura, debía rechazarse.

El tomismo parisino:

Mientras en la Universidad de Salamanca el tomismo se abría camino y la Orden dominicana volvía sus ojos a la doctrina filosófica y teológica del Aquinate, en la Universidad de París se desarrollaba un fenómeno similar, protagonizado por el dominico Pedro Crockaert (f 1514), apodado también Pedro Bruselense. Primero enseñó filosofía en el convento parisino de Santiago de 1504 hasta 1507, y en esta fecha comenzó sus cursos de teología. Crockaert sustituyó, como libro de texto, las Sentencias lombardianas por la Summa Theologiae aquiniana. Además, en 1512 decidió editar la Summa y encargó a Vitoria preparar el texto de la secunda secundae.
Sin embargo, mientras el tomismo seguía su senda, abriéndose paso lentamente, el nominalismo señoreaba los centros intelectuales europeos.

EL NOMINALISMO:

Una cuestión que ha sido ampliamente debatida por la medievalística es si el nominalismo es lo mismo que el ockhamismo. La respuesta es —según Rábade— que, si se entienden los términos con todo rigor, son distintos. El nominalismo estricto se centró en el problema de los universales. En cambio, el ockhamismo fue una doctrina mucho más compleja, que se preocupó fundamentalmente por cuestiones gnoseológicas. Si por nominalismo se entiende una doctrina que reduce la realidad de los conceptos a puros nombres, entonces el ockhamismo sería más bien un conceptualismo que un nominalismo. Pero, si por nominalismo se entiende una filosofía que pone un especial acento en los «nomina», es decir, en los términos, en tal caso nominalismo y ockhamismo serían sinónimos.
Volviendo al nominalismo estricto, éste se podría definir como «una ontología de la cosa singular y concreta, en cuyo estudio y comprensión se dan cita y se complementan una lógica analítica del lenguaje y una teología de la omnipotencia divina para poder explicar muchas propiedades de las cosas, incomprensibles desde el ángulo de la mera singularidad»

Gabriel Biel (ca. 1410-1495) escribió una obra notable, titulada Collectorium circa quattuor libros Sententiarum, que ejerció una marcada influencia sobre Lutero y Melanchton. Cualquiera que se asome ahora a sus páginas quedará sorprendido por la claridad de exposición, el orden del discurso, la precisión terminológica y la linealidad de la argumentación. Constituye, sin duda, la obra de un gran maestro universitario y el fruto maduro de una larga experiencia docente.

RENACIMIENTO, LUTERANÍSIMO, HUMANISTAS Y CONTROVERSISTAS

 El Renacimiento y el Humanismo:

El paso de la historia medieval a la historia moderna está marcado por tres hechos capitales:

El primero se presenta en el plano económico-social y consiste en el desarrollo del precapitalismo debido al surgimiento de una nueva técnica financiera y bancaria, y al aporte de nuevos metales preciosos procedentes de América; el segundo, más estrictamente político, es la formación de conglomerados estatales fuertes a partir de un territorio compacto y de una centralización burocrática, constituyendo los llamados Estados nacionales; el tercero se sitúa en el plano estrictamente espiritual y consiste en la irrupción de una nueva filosofía, mejor, de una nueva concepción de la vida y de una nueva civilización, que se conocen con el nombre de Humanismo y de Renacimiento.
Para comprender el cambio operado al fin del Medievo, conviene recordar que la concepción medieval de la vida y del mundo había sido una concepción esencialmente universalista y jerárquica. En ella, el hombre en cuanto tal, y no sólo el individuo, carecía de valor autónomo y se insertaba como una parte simple e insignificante de un universo mucho más amplio. Con el Humanismo, en cambio, se asistió a una inversión de tal situación: el hombre pasó a ser el centro, el eje de la filosofía y de la concepción del mundo.
Con su interés por la cultura clásica, el Humanismo fomentó la polémica con la escolástica medieval. Es indiscutible que la escolástica había apreciado las autoridades clásicas —recuérdese, por ejemplo, la euforia parisina por la traducción de Aristóteles—. Con todo, el Humanismo renacentista rechazó la escolástica coetánea, es decir, la escolástica nominalista del siglo XIV, por considerarla artificialmente sutil, y, con ella, abominó también de la filosofía del Estagirita, oponiéndole la filosofía de Platón, cuyas obras completas comenzaban entonces a ser conocidas. Los humanistas pretendían, en definitiva, una recuperación de la cultura antigua y de la literatura greco-latina, pero con distingos.

El luteranismo y otras confesiones protestantes:

a) Consideraciones generales

Mucho se ha especulado sobre los orígenes del luteranismo. Algunos historiadores evangélicos han atribuido la protesta religiosa alemana al despotismo de los papas; otros, por el contrario, han rastreado sus causas en las condiciones político-sociales del siglo XV y en la especial idiosincrasia del pueblo alemán; no han faltado quienes han descubierto sus raíces en la decadencia teológica del siglo XV, especialmente entre los cultores del nominalismo, y en la influencia de las tesis conciliaristas; otros, finalmente, han rastreado sus orígenes en sinceros anhelos de reforma religiosa que no fueron adecuadamente canalizados.
Martín Lutero trastocó el orden religioso europeo, y una serie de naciones de antigua tradición cristiana se separaron de la obediencia de Roma. La trascendencia de la Reforma luterana ha sido, evidentemente, valorada de muy forma distinta, y hasta contradictoria, por católicos y protestantes.

b) La teología luterana

La teología de Lutero afectó a buena parte de toda la teología católica. En primer lugar, a la doctrina sobre la justificación, con una nueva interpretación de Rom 1,17: «Pues en El [en Cristo] se revela la justicia de Dios de la fe hacia la fe, como está escrito: "El justo vivirá de la fe"». La expresión «justicia de Dios» es una de las más importantes empleadas por San Pablo y encierra en sí gran riqueza de significado. En la tradición cristiana se había interpretado fundamentalmente de dos maneras: bien como aquella perfección divina por la que Dios cumple siempre sus promesas; bien como el estado de justicia en que el hombre es constituido en virtud de la gracia infundida por Dios. Lutero, en cambio, entendió la justicia de Dios en sentido activo, como atributo divino, según el cual Dios es justo en Sí mismo y castiga a los pecadores y a los injustos.

c) Evolución heterodoxa del luteranismo

Dos podían ser, en principio, las posibles direcciones de la Reforma luterana, quizá entre sí contradictorias: por un lado, fortalecer la autoridad de los príncipes territoriales alemanes, contra el esquema medieval del subordinacionismo universal a la autoridad del emperador; por el otro, extremar algunos motivos liberadores del luteranismo, hasta convertirlo en un movimiento de reivindicación económico-social, de carácter más o menos milenarista.

d) Orígenes del calvinismo

Lutero tuvo muchos discípulos, pero no todos fueron igualmente influyentes. Entre ellos, quizá haya sido Juan Calvino el de un influjo más notable y duradero.

Juan Calvino (1509-1564), francés refugiado en Ginebra después de una breve permanencia en Basilea y en Ferrara, aceptó las tesis principales de Zwinglio y buena parte de las luteranas, y desarrolló en su Institutio religionis christianae (1536) una nueva doctrina reformada, que, por el nombre de su creador, se llama calvinismo. En ella se devalúa notablemente la índole carismática de los sacramentos y se establece una rígida doctrina predestinacionista, basada en el triunfo intramundano de los fieles. La iglesia calvinista se diferenció de la luterana por la aceptación de la elección democrática de los ministros, que sólo tienen poderes de vigilancia, y por el fuerte sentido teocrático de la sociedad, confundiendo, en la práctica, el poder político con el poder temporal.

 Polémicas teológicas de los luteranos con los humanistas:

En estos años hubo dos polémicas teológicas importantes protagonizadas por los humanistas. La primera, por Reuchlin; la segunda, por Erasmo de Rotterdam.

Juan Reuchlin (1455-1522) había estudiado latín y griego en Francia y en Italia. Estaba de regreso en Alemania en 1492, donde fue recibido con singulares honores por el emperador. Entonces comenzó a interesarse por el hebreo y se inició en los círculos cabalistas, intentando desentrañar el significado profundo del tetragrama (JHVH). Dios habría enseñado a Moisés el arte de ordenar las letras dotándolas de virtud mágica. Esta ciencia oculta habría pasado a los Setenta y después a ciertas comunidades esotéricas.

La otra polémica teológica antes citada tuvo lugar entre el mismo Lutero y Erasmo de Rotterdam (1467-1536). Las relaciones directas entre ambos comenzaron en 1519, cuando el Reformador escribió al Humanista interesándole en su causa. La respuesta de Erasmo fue más bien evasiva. En los años siguientes, Erasmo recibió todo tipo de presiones para que tomase partido contra Lutero. Finalmente se decidió a intervenir y, a finales de 1523, comenzó su Conferencia o diálogo sobre el libre arbitrio, que terminaría en febrero del año siguiente. En ella, Erasmo definía el libre albedrío como «la facultad o capacidad que tiene el hombre de aplicarse a las cosas que miran a la vida eterna, o a las que le apartan de ella».

Los controversistas católicos:

La diatriba de Lutero con los teólogos católicos alemanes comenzó pronto. La primera gran disputa teológica tuvo lugar en Leipzig en 1519, en la que tuvo como contrincante a Juan Eck (1486-1543). Eck, excelente párroco y buen teólogo, desarrolló, en polémica con Lutero, la idea de que la gracia no supone limitación alguna a la voluntad y al ejercicio de la libertad. Buena parte de su esfuerzo consistió en predicar que se pueden armonizar Dios y el hombre, la gracia y la voluntad. También comprendió la importancia teológica del primado petrino, frente a las pretensiones de los novadores.
Su argumentación fue, en este campo, no sólo especulativa, sino sobre todo positiva, retrocediendo hasta argüir con aquellas fuentes que realmente eran reconocidas por Lutero: la Sagrada Escritura, sobre todo, y, en cierto modo, los antiguos concilios y los Padres.

Juan Codeo (1479-1552). Convertido de su primera etapa humanista, quizá proclive a la causa protestante, pasó a dedicar todas sus energías, desde 1521, a combatir a los luteranos, empeñando en ello su fortuna personal y toda su influencia. De estilo agresivo y de escasos conocimientos teológicos al principio, se enriqueció especulativamente con el paso del tiempo, aunque siempre conservó el estilo excesivamente detallista característico de los filólogos, prefiriendo la refutación palabra por palabra a los grandes vuelos controversistas.
Su evolución espiritual fue notable, renunciando incluso, al final de su vida, a la publicación de sus propias obras para patrocinar la edición de escritos polémicos de mayor interés católico.

Ambrosio Catarino (1487-1553), espíritu independiente, trabajó sobre gran número de cuestiones. Ha pasado a la posteridad por haber sostenido que un fiel puede conocer con certeza, o sea, con fe divina, pero sin revelación particular, si está o no en gracia habitual; que el pecado original originante, es decir, el pecado actual de Adán, sólo se imputa extrínsecamente a su descendencia; y que basta, para la válida administración de los sacramentos, la mera atención exterior del ministro. Contra la escuela dominicana, defendió la Inmaculada Concepción. También distinguió dos clases de predestinación: una absoluta, de aquellos hombres que Dios quiere salvar a toda costa; y la predestinación relativa, o sea, la de los que se pueden salvar, pero cuyo número no ha sido fijado por la voluntad divina.

Pedro de Soto o de Sotomayor (1496/1500-1563) fue el típico representante del renacimiento teológico español del siglo XVI y activo colaborador del Concilio de Trento en sus tres etapas. Durante la primera de ellas, se manifestó partidario de que fuese declarada de iure divino la obligatoriedad de la residencia episcopal, que consideró, además, como remedio fundamental para la reforma in capite et in membris de la Iglesia. Conocía bien la teología agustiniana y la tomista y, por ello, estuvo muy sensibilizado en la tema de las relaciones entre la libertad y la gracia, manteniendo una intensa y amistosa polémica con el lovaniense Ruardo Tapper (f 1559).

Fue, por tanto, un gran apologista de la fe católica, buen conocedor de los argumentos luteranos y un hábil controversista. En sus escritos, tanto académicos (Lecciones de Dillinga, por ejemplo) como de otra índole, se aprecia un excelente conocimiento de la tradición eclesiástica y de los actos magisteriales de las distintas épocas. En la doctrina de la gracia está todavía lejos de las sutilezas de la controversia de auxiliis, pero se inscribe ya en la corriente teológica que después será ampliamente desarrollada por Báñez.

Smta. José Aparicio Sánchez

No hay comentarios:

Publicar un comentario