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viernes, 23 de octubre de 2015

Pre – Escolástica un paso para la Escolástica

Por medio del presente ensayo se hará un abordaje de lo que es el período escolástico desde la obra: Historia de la Teología de José Ilianes y Josep Saranyana. Podría surgir alguna interrogante del por qué no se hablará del período patrístico. Ante esta realidad, es necesario aclarar que dentro de los estudios teológicos existe una materia que abarca todo lo que tiene que ver con este momento histórico y se hace a profundidad. Sin embargo, y teniendo claro lo que es historia y teología, es fundamental saber que el punto de partida de la historia de la teología tiene sus inicios con la patrística, gracias al aporte de algunos Santos Padres que abren el camino inicial de la teología. Se hace mención, que en sus inicios no fue vista como ciencia, sino que desde el pensar patrístico la teología fue llevada a la praxis como un gran esfuerzo por armonizar la fe cristiana de la cultura helenista de la época, ya que practicaban la cultura griega, que en cierto modo estaba en contraposición de las enseñanzas evangélicas proveniente de los Apóstoles. Esto no quiere decir, que la razón y la fe no deban relacionarse, al contrario, y como ya se ha dicho, una necesita de la otra para comprender la existencia del cosmos, sólo que existen creencias paganas que buscan distorsionar la verdad de la doctrina de la fe. Por lo tanto, pasamos al tema que nos compete esperando abarcar de manera clara y explicativa lo que tiene que ver con este momento de la historia teológica.
Cada período tiene un pre y un pro, por lo tanto, en la pre-escolástica se pueden mencionar algunas características que permitirán comprender cada uno de los acontecimientos que se dieron en su tiempo, como señala Saranyana, dentro de este período se habla de una teología monástica, llevada a cabo por lo monjes y algunos interesados en la materia, por lo tanto, era “un estilo de teologizar característico de los siglos altomedievales y pre-escolásticos” (5). Por consiguiente, esta teología tenía su continuación con la meditación de los textos Sagrados y se basaba como una ciencia pero del corazón. Dentro de este contexto, comienza a darse una evolución en relación a la enseñanza de esta materia porque se da el nacimiento de las escuelas catedralicias, como también, la fundación de las universidades. Todo esto permitió afrontar las cuestiones metafísicas, desconocidas hasta el momento, que llevaron al desarrollo de la lógica. Dichas cuestiones permitían colocar en práctica la dialéctica filosófica como un instrumento -según San Anselmo de Canterbury- necesario para solventar lo que acontecía. De allí, surge el límite entre la monástica y la escolástica. Se hará mención, cómo este período se desarrollo en tres momentos, iniciando con el período carolingio y llegando a la teología de la segunda mitad del siglo XI, teniendo siglo y medio entre ambas donde se descuido la especulación teológica.
La historia de la teología medieval tiene sus inicios a finales del siglo VII con el cambio de la dinastía merovingia por la carolingia, que tuvo lugar en el año 751. Ante esta realidad, se dieron varias sucesiones hasta llegar Carlomagno a la dinastía. Gobernante que supo acoger destacados intelectuales, produciendo grandes frutos tanto en Europa Occidental y Bizancio. Entre los teólogos de esta generación nos encontramos con: Alcuino de York, resaltando como relieve sus escritos comentaristas a la Sagrada Escritura, y además, algunos tratados litúrgicos que sirvieron al emperador para poner en marcha una nueva innovación de la litúrgica sin perder su esencia. Y Rábano Mauro, inspirador de los estudios religiosos y restaurador de la cultura clerical, como también, amplios comentarios a la Sagrada Escritura. Dejando claro que, uno de los fines que buscaban, era la lucha contra las herejías.
Durante este momento histórico se llevaron a cabo algunas controversias teológicas en la cultura carolingia, entre ellas el culto a las imágenes que se llevo a cabo en tres fases: primero, la opresión iconoclasta por León III en el 725; Constantino V en un concilio impuso la iconoclasta en el 753; en este orden de ideas, los vencedores de la ortodoxia católica de esta primera fase fueron San Germán y San Juan Damasceno. Segundo, la restauración católica entre el 780 y el 813, que fue posible por la emperatriz Irene y el patriarca San Tarasio. Por consiguiente, el II Concilio de Nicea (VII Concilio Ecuménico), celebrado el año 787, definió la legitimidad del culto a las imágenes. Y en  tercer lugar, entre el 813-842 se presumió el retorno a la iconoclastia por León el Armenio (813-820) y se alargó por treinta años. En este lapso los defensores de la ortodoxia fueron San Nicéforo y San Teodoro Estudita. La ortodoxia católica triunfó en el 842. El problema iconoclasta fue por la confusión de los términos adoración y veneración. Ya que en el pensamiento griego existían dos tipos de culto, uno a Dios, el otro a la Virgen y a los Santos, es decir, uno absoluto y el otro relativo. En Occidente se daba un tipo de culto similar, latría (adoración) a Dios, dulía (servicio), pero señalando hiperdulía a la Virgen y a los Santos dulía, pero evitando utilizar la adoración sólo para Dios. El Concilio II de Nicea aprobó el culto a las imágenes, dejando claro que las imágenes merecían un tipo de adoración pero de honor a la persona que era venerada detrás de dicha imagen. Hasta aquí la doctrina de los orientales. Por otra parte, la doctrina sancionada por el II Concilio de Nicea fue recibida en Occidente y traducida al latín. La problemática consistía en que los griegos hablasen de adorar. Al respecto surgen tres fases de los decretos del Concilio: Uno, compuesto por los libros carolingios, que se deben a Alcuino en el 790. En ellos se impugnaba todo culto a las imágenes, incluso el culto relativo, y solamente se permitía el uso de ellas. Dos, siguiendo esta polémica se celebró el Concilio de Frankfurt en 794, que condenó la adoración de las imágenes e incluso condenó al Concilio de Nicea, creyendo que éste había permitido su estricta adoración. Y, por último, el Concilio de París en el 825, que repitió la doctrina de los libros carolingios. Sin embargo, a fines del siglo IX se impuso la doctrina sobre el culto de las imágenes.
Continuando estas controversias, nos encontramos con el adopcionismo hispano que tuvo tres protagonistas principales. Por parte adopcionista, el arzobispo Elipando de Toledo (+ 809) y el obispo Félix de Urgel (+818); y, como testigo de la doctrina católica, Alcuino de York. La misma tuvo tres fases, primero, los errores trinitarios descubiertos en las predicaciones de Mangesio, lo cual llevo a una disputa donde Elipando incurrió en errores cristológicos diciendo que Jesús no era hijo natural de Dios. Segundo, Félix dejándose llevar por estas ideas también apoyo esa tesis. Alcuino sí fue defensor en contra de esta herejía. Por lo tanto, León III reunió en Roma, en el 799, un sínodo que condenó con toda claridad el adopcionismo. Esta altercación se extinguió. Otra controversia fue la predestinacionista, con la alteración de unos escritos de San Agustín, dejando saber que la vida eterna dependía de Dios ya que era producto de la predestinación. Aunque se dejo opacar el tema, volvió a resurgir en el siglo IX. El responsable de esta temática fue el benedictino Gothescalco. Esto dio pie para convocar un sínodo en Quierzy-sur-Oise, que tuvo lugar el año 849. Y posteriormente se celebró otro sínodo en la misma ciudad de Quierzy, en el año 853, donde se dejaba claro que Dios predestinó, pero a todos los hombres, ahora bien depende del uso de la libertad de estos, que cada uno logre su salvación. Continuando con este mismo tema, está la controversia eucarística que se llevo a cabo en los años medios del siglo IX, entre los monjes benedictinos Pascasio Radberto y Ratramnio de Corbie. Donde el primero en el 821 escribió un opúsculo, manteniendo la tesis eucarística al señalar: “En él se defiende explícitamente la identidad entre el cuerpo histórico de Cristo y su cuerpo eucarístico y, al mismo tiempo, se sostiene que hay una diferencia entre el modo de estar y ser de Cristo en la Eucaristía y el modo de estar o de ser de Cristo cuando vivía en Palestina” (12). A lo cual se oponía el segundo. Realidad que ya depende de la fe y cómo los sentidos perciben la realidad de la Eucaristía. Por última controversia tenemos el filioque, que lleva una ida al período patrístico ya que había una limitación al decir “Creo en el Espíritu Santo”, sin embargo, lo que se hizo fue ir mejorándolo y alargándolo un poco más. “En concreto, en el Concilio de Friuli (796), Paulino de Aquileya sostuvo el correcto uso de este término y Carlomagno lo hizo incorporar a la liturgia de la misa que se cantaba en la corte de Aquisgrán” (13). Por parte de los griegos fue señalado como una herejía, lo que llevo a la idea de ser eliminada por León III, pero no se cumplió. Dos siglos más tarde, en 1014, y por sugerencia de Enrique II, Benedicto VIII la usó por primera vez en su propia liturgia, es decir, en la Iglesia romana. Dicha disputa, lo que buscaba era defender la Trinidad, definiendo de donde proviene el Espíritu Santo. En definitiva, esto llevo a la separación de Constantinopla y Roma en el siglo XI.
Ahora bien, en los últimos años del siglo IX se inicio una decadencia de la sede romana. Por lo que se habla del siglo de hierro estando el pontífice Formoso, entre el 891-896. Esto fue hasta a mediados del siglo XI, específicamente entre el 936 y el 1002. Se dice que en la segunda mitad siglo X hubo una mejoría. El 909 fue el año de renovación con la puesta en marcha de la reforma de la Iglesia con la fundación de un monasterio benedictino donde se observaba con fidelidad la regla de San Benito. En el 1065 se da un pontificado floreciente con Enrique IV, dejando claro que ya los emperadores no podían entrometerse en las elecciones pontificias. Entre el 1073-1085 llega al papado Gregorio VII, de allí surge la disputa por los oficios eclesiásticos. Además, en el 1075 se publicó un documento que dejaba claro la doctrina pontificia en relación a la superioridad del orden espiritual, y la preeminencia del Papa en la designación de los obispos, entre otros temas. Ante esta realidad el emperador convocó la Dieta de Worms (asamblea de los príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico), implicándose en esto los obispos alemanes, quedando excomulgado el emperador por un año. Sin embargo este volvió a la política y nombró un antipapa. Gregorio VII murió en el exilio pero dejando sus raíces firmes, ya que en el pontificado de Calixto II en el 1119-1124 llegó el acuerdo, en relación  a la decisión ya mencionada, estando de emperador Enrique V. Estando en estas lidias, en Inglaterra se disputaba por las investiduras entre los reyes: Guillermo II (1087-1100), Enrique I, (1100-1135) y San Anselmo de Canterbury, (1093-+1109). Desde este contexto, la escolástica daba sus pasos iniciales. Por otra parte, no se puede obviar el Cisma de Oriente que tuvo influencia en la teología. Además en el siglo X no había buenas relaciones entre Bizancio y la Iglesia romana. Ahora bien, superado este siglo de hierro, el Papa Sergio IV envió a Constantinopla su profesión de fe en relación al filioque, profesión que fue rechazada, y además, dio paso para que fuese prohibido por el patriarca el uso del nombre del pontífice en los asuntos legales y la Misa, como el cierre de las iglesias latinas.
Ahora bien, desde toda esta realidad, indagaremos un poco sobre los aportes de San Anselmo de Canterbury, gran teólogo y más destacado pre-escolástico, definiendo la teología como la fe que busca entender. Sus aportes inician con la existencia de Dios a partir de la misma idea de Dios, sin recurrir a la creación como otros. Se catalogó su argumento –según Kant- como ontológico. Segundo, la trinotologia, en relación de los atributos divinos, señalando que Dios en su esencia divina y existencia se identifican en la unidad. En relación a la Trinidad, se mantenía una controversia si era trino o uno. Para él, eran tres personas distintas que se diferenciaban por su esencia. Tercero, la soteriología, partiendo de ella para llegar a la cristología. Porque el hombre por haber pecado en la figura de Adán había perdido la comunión con Él pero no la vida, para ello Dios que fue el primero en amar y buscar todo por medio de la santificación plena ofreció a su Hijo. Lo cual, fue posible por medio de la encarnación. Así que no fue una especie de compra como se creía en los altos medievales, sino una entrega generosa. Cuarto, la mariología donde su doctrina sobre la Inmaculada Concepción no era muy clara, porque siguiendo las líneas de San Agustín, era difícil entender el nacimiento de un niño sin el pecado original. Tesis que fue cambiando más adelante. Y por ultimo, libertad y gracia considerando las controversias en la época carolingia con la predestinación. El concepto de libertad lo aborda por la rectitud de la voluntad, porque nada de lo que se haga en contra de la propia voluntad puede llamarse libre.
En definitiva, estos aportes vividos en un momento histórico, abre nuestro entendimiento a la compresión de lo que en sí es la teología, que en la actualidad es vista como una ciencia. Pero que sus raíces sólo buscan una mejor reflexión de los argumentos errados que se puedan tener. Por eso es, que no se puede vivir el presente a plenitud si no se hace un recorrido por el pasado y como la iglesia ha ido evolucionando con el correr del tiempo. Aunque no ha sido fácil, y en la actualidad menos, sobre todo por la proliferación de tantas corrientes de pensamiento, la teología seguirá dando sus pasos y venciendo obstáculos. No se puede negar que la teología va hacer un conocimiento en bienestar de la verdad, ya que esta es universal. En tal sentido, la teología debe estar al servicio del Magisterio, la Tradición y la Sagrada Escritura, es decir, el Deposito de la Fe.

Smta. José Aparicio Sanchez
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